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Coral Mª González Romero. Directora en el CEIP Nicolás del Valle cursos 2015-2018. |
Precisamente esto fue lo que me
ocurrió cuando en septiembre de 2014 el destino me llevó al CEIP Nicolás del
Valle de Villaralto, un centro escolar distinto a todo aquello que había
conocido hasta el momento, pero muy cercano a la experiencia que deseaba vivir.
Tenía la oportunidad en mis manos de aunar lo que el entorno me brindaba a
través de nuevas formas de actuar, de relacionarme y de entender la vida al tiempo que se iba
abriendo una rendija para también poder aportar aquello que ya traían mis manos
gracias a mi recorrido anterior en otros centros escolares.
Recuerdo perfectamente que el primer
año fue maravilloso ya que a través del alumnado que tuve en mi aula, Nadia,
Carlos, Claudia, Mario, Eduardo, David, Abraham, Fabiola, Fátima, Carla y Raúl
tuve el placer de conocer el lado más humano, amable, amoroso, luchador y
generoso de Villaralto. Sin ni siquiera saberlo, ellos se convirtieron para mí en
un fuerte vínculo de conexión con sus familias y, por ende, de la manera de
sentir y de ser de este pueblo. Por suerte, mi papel como tutora se vio
reforzado por aquel grupo de madres y padres. ¡Qué beneficiosa fue aquella cercanía
y confianza que nos unió!
Siempre
he sido partidaria de aunar las fuerzas entre familia y colegio para construir
esa escuela con la que todas las personas que amamos la educación soñamos. Para
ello es fundamental que, por un lado, los docentes tengamos principios profesionales y vocacionales al
tiempo que amemos y entendamos la infancia, además de las circunstancias del
entorno familiar que tanto marcan y determinan. Por otro lado, es necesario que
las familias comprendan la necesidad de otorgar
la autoridad y el reconocimiento moral al profesorado para que podamos
guiar el camino académico y personal de un alumnado que ha de confiar en
nosotros y nosotras. Solo así podrá crearse una alianza que estreche el vínculo
emocional entre familias, docentes, niños y niñas.
Y bien, Villaralto no dejó de darme
sorpresas, precisamente ésta no entraba en mis planes y cuando D. Nemesio
Rubio, el director en aquel momento me
ofreció la oportunidad de tomar las riendas de la dirección, por un lado lo
sentí como un reto profesional y los retos siempre son un aliciente pero, por
otro, tenía que dar continuidad a esa lucha que él había realizado a lo largo
de los años por una escuela que yo ya quería y por la que debía estar a la
altura.
Después de darle muchas vueltas a la
idea, decidí asumir esa responsabilidad
que en cierta forma ya sentía mía, aun sabiendo que ni una carrera
universitaria, ni montones de cursos de formación, ni todas las fases de las
oposiciones o los años de experiencia previa, me habían formado para esta
función. Eso sí, aseguro que me sentía preparada y con fuerzas para aprender e
integrar todo lo que fuese necesario para dar lo mejor de mí a este colegio que
ya empezaba a sentir como parte fundamental de mi vida.
Este reto suponía una
responsabilidad arriesgada al tiempo que hermosa y me adentré en ella con todas
las ganas e ilusión posibles. Quise enfocarla como una gran oportunidad que me
brindaba la vida para luchar con más radio de acción por la educación en la que
creo. Una educación que conjuga cultura, competencias y capacidades, sin
olvidar el corazón y la aspiración fundamental del niño a ser feliz. Aquella
que se produce en un ambiente donde el alumnado se siente seguro y en confianza
para ser autónomo y desarrollar todas sus potencialidades.
Según el profesor Francisco Mora
“solo se puede aprender aquello que se ama” y además el alumnado aprende de lo
que le causa interés y motivación, por lo que éste ha sido uno de los
principios que han guiado mi labor al frente del colegio. Además, es vital que
en ese aprendizaje esté presente la alegría. No podemos permitir que el
bombardeo de malas noticias que recibimos constantemente nos reste optimismo
necesario para vivir nuestro día a día. Por eso, en nuestro colegio siempre ha
habido un lugar para el juego, para la convivencia, para los abrazos, para el
baile y para dar color a nuestro entorno. Os aseguro que confío en esta
ideología porque es lo que me gustaría que mi propio hijo, que aún se engendra
en mi vientre, pudiera vivir en su colegio.
De esta forma, estaremos cuidando de
la infancia de Villaralto, unos de los mayores tesoros de la localidad. Eso sí,
a lo largo de estos cuatro años he descubierto que hay muchos otros, tal vez
con la misma importancia, como por ejemplo, la Residencia de Mayores “Isidoro
Fernández”.
Gracias al desarrollo de pequeños
proyectos compartidos con esta residencia, he podido admirar la fortaleza de
cuidadores y cuidadoras que ponen todo su empeño para alegrar el día a día de
las personas mayores. Muchos son los recuerdos como la ternura con que un
abuelo cuidaba de su mujer con la que tal vez lleve viviendo más de medio
siglo, las palabras de un anciano que habla del amor que siempre sintió hacia
su esposa y la pena que le invade porque ya no está junto a él… ¡Qué grandes
consejos recibió nuestro alumnado de la sabiduría de estas personas!, ¡y qué
hermoso regalo para mí haber vivido de cerca las emociones de personas tan
valiosas!
Experiencia tras experiencia, el
CEIP “Nicolás del Valle” ha ido dejando en mí huellas imborrables que
perdurarán para siempre. Ahora siento que comienza una nueva etapa, que es
momento de dejar las puertas abiertas a nuevos proyectos e iniciativas que
surgirán de la mano de mi compañero Ángel Carmona, que como nuevo director
estoy segura velará porque el colegio siga evolucionando y actualizándose cada
día.
Por mi parte, solo puedo tener
palabras de gratitud hacia todas las personas con las que he tenido la
oportunidad de compartir esta etapa. Gracias a mis compañeros y compañeras y al
personal del centro por haberme hecho sentir acompañada llenándolo todo de
humanidad. Agradecer al personal de las actividades extraescolares por su gran
labor, a las familias por apoyar nuestro trabajo desde casa y, en numerosas
ocasiones, desde el colegio; a Santi, por su alegría y gran predisposición para
dejar el colegio perfecto para el día siguiente, al ayuntamiento y todo su personal,
por escucharnos cada vez que hemos tenido una necesidad procurando solventarla,
a la AMPA por confiar en todo momento en nuestros proyectos y estar disponible.
Y para terminar, mi cariño y mi respeto a todos y cada uno de
mis niños y niñas, desde Educación Infantil hasta quienes ya están en el
instituto, por haber sido mi motivo principal para ir feliz y con ilusión cada
día al trabajo. La vida me trajo a vivir una experiencia inigualable a vuestro
lado en este rincón del mundo que siempre tendrá un hueco en mi corazón ¡Os
quiero mucho!
Coral
María González Romero